Palabras del escritor Carlos Artayer en la presentación de libro Victima del Viento

Un atávico fatalismo subyace en la poesía de Krasiah Alawad, y se corporiza en sus palabras, se manifiesta en la convicción del fortuito diseño en nuestros días terrestres, como obra de un arquitecto voluble, veleidoso, un Dios inconstante que nos lleva de la mano al escenario siguiente, y nos convierte en desconcentrados agonistas de lo cotidiano.
Así, nos transforma en victimas del azar, en padecientes de los eventual, entregada nuestra volunta a la suya; sin embargo, el tomar conciencia de tal manipulación, se despierta la rebelión, se agudiza el cuestionamiento y la pregunta, aunque no tenga respuesta, se constituye en modo de resistencia tenaz, en que la palabra como la mas alta expresión del ser humano, se pone a la pasividad del mártir.

Por eso es que la poesía mencionada al viento hacedor, transformador o destructor, entidad que fue reconocida en las primigenias cosmogonías del mundo, desde Enlil del sumerios al Aiolos de los griegos; desde el Shu de los egipcios al Ehecatl de los aztecas o Eolo de los romanos. El viento representa en este caso no solo el destino, o predestinamiento, sino también la fluctuación de un espíritu dicotomizado, escindido, por culturas diferentes plasmadas en sendos imaginarios, en los lenguajes que simbolizan, en las realidades que materializan y sostienen.

Hacia donde volver la mirada que el conflicto no amanecer? He aquí por que Krasiah es victima del soplo que brisa o huracán dentro del alma, arrancándola o trayéndola otra vez por diferentes mundos.

Y el poema, que pretende dar cuenta de ese “ árbol único que cruzo las leyes de la naturaleza y creció en dos campos al mismo tiempo”, representa aquí el titánico esfuerzo por encontrar la verdadera voz. La palabra que legitime una patria, el poema que ayude a comprender y a comprenderse.
Todos los apartados que agrupan temáticamente de algún modo los poemas, son altamente sugerentes, connotativos. Leemos en “Trasmigración III”, los primeros versos:
Mi madre cortó mis cabellos con sus mandamientos
(mi madre era santa también)
Mi madre, sin querer cortó mi larga mirada hacia la vida
Me encajó en sus pensamientos
Me moldeó en santa rebelde que quiere salir de su velo, se largo vestido de consejos




Nos preguntamos ¿de cómo de la acción de cortar los cabellos a una joven desencadena tantos efectos negativos, a los cuales anhela superar la afectada por el despejo?.. En sentido general, los cabellos son una manifestación energética, simbolizan fuerzas superiores por hallarse en la cabeza, tienen un sentido de fertilidad. La cabellera opulenta es una representación de la fuerza vital y la alegría de vivir, ligadas a la voluntad de triunfo; tanto para el hombre como para la mujer significa la evolución de los bienes espirituales. Perderlos o cortarlos implica renunciar a un destino de crecimiento espiritual en libertad.

Para los guerreros medievales, que el vencedor les mesara la barba, es decir, se la arranara con las manos, constituía un agracio terrible, una humillación definitiva. No es casual el episodio en que Dalila corta los cabellos de Sansón, lo que provoca los efectos que todo conocemos.

Por eso, es fácil entender ahora la razón de los últimos versos del poema, coherentes con la resistencia a los mandatos culturales de sojuzgamiento de la mujer:
Perdóname madre si romperé tus sagrados mandamientos,
ya que mi cabello quiere crecer, quiere danzar
y yo también, madre mía,
quiero ir con él hacia mi libertad.


Acto de rebeldía que conlleva un deseo de reconstituir su identidad integra como persona, despegándose de ancestrales mandatos.

Pero es solo una de las facetas que podemos visualizar o inferir de los textos poéticos insertos en este volumen, que la autora bautizo como VICTIMA DEL VIENTO.

Tampoco huye al enfrentamiento con la certeza, quizá la única certeza humana; el hecho que somos palabras, por ella y con ella asumimos el mundo desde que aprendemos a hablar, ya aun antes, cuando nos dan un nombre que no sabemos decir todavía, y antes de ese nombre, de la palabra que nos individualiza, somos silencio. Este proceso regresivo tiene cabido en un poema acusatorio, a un interlocutor que ha agraviado sus sueños, malherido sus ilusiones. Pero no resigna el último baluarte del alma, no rinde los latidos de su propia sangre, y se refugia en hondo silencio de su mismidad, a donde no puede llegar ofensa alguna (Hemorragia en la memoria)

Una esponja de vinagre
una vereda de pensamientos
y un camino de maderas… no voy a cruzar
dame una cuchara de silencio… una pastilla de olvido
dame una cruz para los recuerdos…
esta noche, no voy a llorar…
se calmaron en mis costillas las olas…
las manecillas del tiempo estancaron en el extendido mar.

Un café de amargura, una mañana sin azúcar.
Tango que trafica el hambre,
cuerpos que tejen la muerte…
voy a abandonar este halo de palabras y voy a quedar
muda como la H, estatuada como tu lengua
eterna como tus mentiras.

Voy a doblegar mis ramas, lavar mi sombra,
y explotar como un punto en el fin de la línea para terminar la
conversación
para salvarme de esta odisea de devastación
Voy a vender mis dolores en subasta pública.
lavar la cara del sol con mis heridas
pero no voy a corregir el latido de mi corazón.
Solo voy a callar.





También le preocupa la niñez indignante. Además expresa sus sentimientos profundos en exaltación o dura queja; se reconoce mujer, con todas las convenciones, los prejuicios y las restricciones que devienen sobre sus espaldas como pesada carga de tradiciones y atavismos.
Deja constancia de los afectos de la guerra en los seres humanos y las naciones, devastaciones que mas allá de los puntuales días de la beligerancia, y sobre todo, desnuda la verdad de que la vida no tiene la dimensión ilusoria de loa cuentos para entretener sultanes.

Hago constar que esta enumeración no exhaustiva, que hay muchos destellos de angustia y de esperanza, de nostalgia y amargura, de vuelo y de doloroso desarraigo… todos en las palabras dichas yen las dichas, en los intersticios del entramado poético, en la búsqueda de los verbos que mejor expresen ideas y emociones.

Por eso, invito a leer y reflexionar sobre y desde los textos que nos ofrece KrasiaH Alawad en su libro VICTIMA DEL VIENTO



Carlos Alberto Artayer
Escritor

Comentarios

Anónimo dijo…
Necesito urgente comunicarme con Krasiah Alawad. Esta es mi dirección electrónica: Norma Segades - Manias (segadesmanias@gmail.com)
Esta un poquito largo para mis gustos. A veces entro en un sitio, leo, comento y salgo, para que me de tiempo de visitarlos. Pero te digo que vale la pena, es muy bueno. Gracias por compartirlo.

Saludos!

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